Llegan los asfaltos verdes con ceras y gomas recicladas
El consumo de asfalto en España, especialmente para construir carreteras, es bastante alto y, con él, la contaminación medioambiental. En la producción de asfalto se generan grandes cantidades de CO2, de óxido de nitrógeno y de metano que están en la lista de los gases de efecto invernadero. Y en 2015, España tenía 166.284 kilómetros de carreteras en la red nacional, que no incluían a calles y avenidas urbanas cuyo soporte es un asfalto que hay que reparar con regularidad para mantener las vías en condiciones de utilidad.
Cualquier estrategia para la eliminación del factor contaminante de los asfaltos viarios pasa por tres condiciones. Una, cambiar el material que sirve de base por otro 100% natural, otra condición sería algo menos ambicioso, sustituir algunos de los componentes más nocivos de su mezcla química; y, una tercera, reducir en la medida posible la firma contaminante en cualquier proceso de fabricación adoptado.
La primera opción es poco realista. No hay materiales de sustitución que ofrezcan las cualidades del asfalto y que estén dentro de la horquilla económica de costes asumibles. Por otro lado, las plantas actuales no están en condiciones de admitir cambios en la fórmulas de producción sin inversiones multimillonarias que podrían al sistema patas arriba y a la industria ante el reto imposible de transformarse y, al mismo tiempo, seguir manteniendo sus niveles de producción. La segunda y tercera opciones resultan viables y razonables por cuanto introducen cambios que aportan mejoras graduables, escalables y asumibles.
Asfaltos con ceras
Uno de esos cambios posibles en la producción de asfaltos es el que sugiere una investigación de la Universidad Politécnica de Madrid que ha dado con una fórmula para bajar la temperatura y las emisiones contaminantes durante el proceso de producción de los asfaltos. El factor clave es incluir neumáticos de desecho en el proceso y diferentes tipos de cera.
Con los neumáticos reciclados se consigue mantener el nivel de energía necesaria sin que el asfalto resultante pierda sus características mecánicas y estructurales.
El asfalto que se emplea mayoritariamente en la actualidad es una mezcla de betún calentado y de trozos de piedras (áridos), a los que hay que aplicarles calor (165 grados centígrados) para conseguir que se adapten y resulten más fáciles de extender en el suelo. La propuesta del estudio de la Universidad Politécnica de Madrid consiste en sustituir los áridos por polvo de caucho de las ruedas recicladas.
Hasta ahora los restos de gomas de vehículos se añadían a la mezcla asfáltica como aditivo para mejorar el horizonte de vida de las carreteras, para producir menos ruido y para reducir los costes de mantenimiento de las obras. El empleo de goma sólo como aditivo supone, en cambio, incrementar el calentamiento de la mezcla asfáltica hasta los 180 grados, con lo que también aumentan los gastos de energía y las emisiones no deseadas.
La idea innovadora de la Politécnica consiste en añadir a la mezcla de polvos de caucho ceras que harían bajar la temperatura de producción entre 10 grados y 30 grados centígrados, según los resultados y calidades que se quisieran obtener. Las ceras son fundamentales para aportar una menor viscosidad a la mezcla.
La producción de asfaltos genera a escala global, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, una cantidad poco significativa de la contaminación por CO2. Unas 58.000 toneladas por año que representan el 0,02% de lo que emite España de CO2 en el mismo periodo.
Sin embargo, una propuesta como la que aplica el uso de ceras y de gomas recicladas para producir asfaltos mejorados debe contemplarse como una acción más entre otras en las estrategias de reducción de la firma de contaminación global. En lo que sería algo así como considerar que todo, al final, acaba sumando.