Antes y durante el transcurso de cualquier obra, con el objetivo de seleccionar los materiales de construcción en base a sus propiedades y sus cualidades estéticas, se llevan a cabo una serie de ensayos destinados a evaluar ambos aspectos. Dicho ensayos pueden ser de laboratorio o de campo. Además, también es posible que resulten destructivos o no. En cualquier caso, han de realizarse en base a una serie de normas estandarizadas por el organismo público competente que garanticen la reproductibilidad de los resultados.
En el supuesto de que no existan normas específicas para la realización de dichos ensayos, tanto el constructor o contratista como el dueño de la propiedad sobre la que se van a efectuar las obras han de ponerse de acuerdo sobre el procedimiento que se seguirá a partir de ese momento. En este sentido es recomendable que dicho procedimiento esté en concordancia con el avance experimental que, presumiblemente, se haya obtenido en su área correspondiente. Y es que, como es evidente, no es concebible un programa de control de calidad en el sector de la construcción sin que se hayan llevado a cabo las pruebas y ensayos necesarios.Dentro de los ensayos no destructivos se examinan varias propiedades del material como, por ejemplo, su dureza. Pero, además, también se realiza una inspección visual de su acabado superficial, se vierten sobre él líquidos penetrantes para comprobar su reacción, se someten a estudios ultrasónicos, de corrientes inducidas, radiológicos, acústicos, de gases, de flujo, de burbujas y de un largo etcétera. Por su parte, cuando se trata de materiales como el acero, las pruebas encaminadas a determinar su capacidad de flexión, compresión o tensión suelen originar deformaciones permanentes en él y, por tanto, siempre han de considerarse como ensayos destructivos aunque resulten similares a los que no lo son.
También hay que decir que la adopción de una norma determinada no garantiza la consecución de unos aceptables niveles de calidad en una obra. Siempre y cuando, claro está, no se ejecuten las pertinentes inspecciones de los trabajos realizados. A este respecto cabe destacar que estas han de ser realizadas por personal técnico especializado y acreditado que forme parte del laboratorio al que se enviaron las muestras para llevar a cabo los análisis que ya comentamos en párrafos anteriores. Por tanto, es posible decir que, para decir con total seguridad que una prueba ha sido correctamente realizada, ha de haber seguido los procedimientos marcados por los organismo oficiales competentes.
La construcción es una actividad tan compleja que en ella intervienen infinidad de factores que, de una forma u otra, pueden marcar el nivel de calidad final. Como es de suponer, la calidad de los materiales es un aspecto de gran relevancia pero, de igual manera, la forma en la que se trabaja con ellos también lo es. Por tanto, no es suficiente con tener conocimiento de que dichos materiales cumplen con las normas exigidas sino que, además, han de integrarse en la obra de forma adecuada por parte de los profesionales que se encarguen de ejecutarla. Por ilustrar esta afirmación con un simple ejemplo, podemos decir que, aunque se disponga de cemento, arena y agua que cumplan las normas, si la mezcla no se realiza bien, los resultados serán negativos.
Por tanto, las inspecciones en construcción también van enfocadas a este aspecto, es decir, a que los empleados profesionales cuya tarea es la de utilizar los materiales para conseguir los mejores resultados de calidad, desarrollen correctamente su trabajo. Pero, de igual forma, existen otro tipo de inspecciones que también son muy importantes en el devenir de cualquier obra y que han de realizarse obligadamente. Hablamos, como no, de las inspecciones de seguridad en el trabajo. El cometido de estas no es otro que el de garantizar que se ponen en práctica todas y cada una de las medidas de seguridad exigibles que protegen al trabajador de posibles accidentes propios de este entorno de trabajo.